Invierno

Este es el momento en que el pelo se vuelve
blanco, el momento en que la constelación
de Orión pasa cerca nuestro, las almas
se deshidratan y la nieve cae fuerte sobre
la oficina a la entrada de la fábrica,
una muchacha sentada recibe una invitación
y atraviesa el suelo del salón de baile
con sus luces fantasmagóricas,
un escritor aficionado deja de escribir,
y comienza a preparar el alimento
para los gorriones del amanecer.

La nieve cae, la bosta de caballo se congela.
El contador de pueblo bailando
entra a la ciudad.
Un gato se detiene a medio camino,
se debate utilizando dos voces.

Un cuadro no comprendido
durante la infancia permanece
incomprensible.

El taxi cubierto de nieve parece un oso polar.
Su motor está roto, la temperatura
ha bajado hasta cero. No soporto verlo
rendirse, por eso escribo con un dedo
en su ventanilla: “Te amo”.
Cuando mi dedo se desliza por el vidrio
este emite un ruidito “chchch” de felicidad,
como una muchacha que, esperando un beso,
despide un brillo.

Las enfermedades no se ponen
de moda en el invierno, las enfermedades
tiene su propio plan.

La canilla congelada ahorra cada gota de agua;
el mar congelado nos ahorra nuestra muerte.

Cada vez que me despierto en medio
de la noche, justo es el momento
en que el fuego de la estufa acaba
de apagarse. Bajando de la cama descalzo
camino hacia la estufa, juego con las tenazas
hasta que la llama (que se había ido
sin despedirse) regresa al mundo
con un chisporroteo, entibiando el aliento
y la saliva de la noche. Para el hombre
que ahora está soñando con una manada
de lobos, mi fuego puede ser su salvación.
Tengo ganas de decirle: que incluso
en el corazón del invierno el fuego sigue
quemando; que si la manada de lobos
e teme al fuego, sin duda, es porque
entre ellos hay alguien que en el pasado
se quemó con fuego.

Héroe que irrumpís en mi cuarto
rompiendo la puerta: podés llevarte
el dinero que guardo bajo mi cama,
podés llevarte el fuego de mi estufa,
pero no podés llevarte mis ojos
ni mis pantuflas- no podés simular
que sos yo viviendo en este mundo.

Una dirección sin nombre y apellido
me deja largo rato en silencio, una cara
ha sido olvidada, y sin embargo: otra vida,
otra manera de pasar el tiempo,
ha creado la sangre y la carne
de otra parte mía. Con la dirección
en la mano camino por la calle llena de viento
y nieve, ¿por qué persona seré rechazado
o bienvenido?

Restos de flema: señal de vida.

El frío ha subestimado nuestra resistencia.

Xi Chuan
Traducción Miguel Angel Petrecca

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